Según las declaraciones que realizaron los descubridores, Francisco Morales y María Pérez, el hallazgo se produjo, de forma casual, el día 25 de agosto de 1858 cuando ambos transitaban por el camino de Toledo, a su paso por el paraje de la fuente de Guarrazar. Según sus declaraciones, vieron un objeto brillante a través del hueco de unas losas que habían quedado descubiertas por las lluvias torrenciales de una gran tormenta que hubo el día anterior.
El tesoro que descubrieon estaba compuesto por un conjunto de coronas votivas de oro, piedras preciosas, perlas, nacar, vidrio, etc., además de cruces, cálices y otros objetos también de oro y gemas que se encontraban ocultas en una arqueta de argamasa de 70 x 70 cm y más de 1 metro de profundidad. Pero ese tesoro no se encontraba solo, sino que había otro lote, similar al anterior, que fue descubierto por un hortelano (Domingo de la Cruz) que tenía una huerta cercana a la fuente de Guarrazar y que había visto extraer el tesoro durante la noche al matrimonio Morales-Pérez.
Después de difundirse la noticia de la aparición del tesoro se produjo una intensa rebusca de piezas que hubieran podido quedar extraviadas. A juzgar por las entregas de piezas que se hicieron por parte de varios vecinos de Guadamur, parece que algunas de esas rebuscas dieron sus frutos, aunque según las descripciones que hace J. Amador de los Ríos del lamentable estado en el que se encuentró el cementerio en el que apareció el tesoro, es evidente que fue a costa de una importante pérdida de patrimonio arqueológico.