TRIBUNA DE TOLEDO
El proyecto «Guarrazar, arqueología y nuevos recursos» confirma que la arqueología genera puestos de trabajo y fomenta el desarrollo sostenible de las zonas dotadas de este privilegio
La arqueología, a pesar de la costumbre, nunca debería abordarse como un hecho aislado del entorno en el que habita ni de las sociedades que lo pueblan. Esta premisa, que requiere de la esencial «implicación» del elemento social más cercano, marcan la pauta de actuación de un arqueólogo que tras 26 años de actividad profesional ha decidido embarcarse en un proyecto que es, al fin y al cabo, un reflejo de su filosofía de vida. Lo ha hecho sobre el suelo donde se halló el famoso Tesoro de Guarrazar.
Porque Juan Manuel Rojas ha encontrado, en el proyecto ‘Guarrazar, arqueología y nuevos recursos’, un terreno inmejorable en el que poner a prueba un plan «positivo, bien hecho e inteligente». Presentó así el proyecto Santiago Palomero, hacedor del ciclo ‘Los Lunes al Sol: Toledo y otras Historias’ en el que ayer intervino «un arqueólogo que obtiene resultados y tiene mucho que decir».
Tanto que ha desarrollado su labor en más de 600 obras, que ha excavado en decenas de yacimientos, que ha publicado en numerosas ediciones especializadas, y que siempre, a pesar de las muchas presiones, ha abogado por la divulgación como única forma de conocimiento real y, por ello, de conservación futura.
Pues bien, sabedor como pocos de que sin una correcta y fluida comunicación «los informes se archivan, los materiales se envían a los museos y la sociedad no se entera», en Guarrazar la idea está comenzando a dar sus primeros frutos gracias a la concepción de una intervención que «va más allá de la actuación arqueológica al procurar la búsqueda de nuevos recursos socioeconómicos».
Así, y con el acierto de orquestar un proyecto «más global que abarca algo más de lo que es estrictamente la arqueología», Juan Manuel Rojas afronta la arqueología «como un bien cultural importante que tiene una aportación esencial para la sociedad» porque, además del programa de «estudio e investigación de los materiales o las ruinas en sí», este tipo de intervenciones no dejan de ser «un estudio del ser humano». Esto es, un instrumento único para «un mayor conocimiento» del hombre, de «quiénes eran y cómo vivían» en el mismo entorno en el que vive el hombre de hoy. Porque el ser humano es «parte del medio» aunque en estos tiempos de urbe, hormigón y asfalto «se nos haya olvidado la importancia de la noción del paisaje».
Y puesto que el medio natural es el artífice de «un conjunto de características que han hecho posible que el ser humano estuviera ahí incluso desde la Prehistoria, en época romana, visigoda e incluso parte de la Edad Media», el ponente aludió a estas condiciones como evidentes para «propiciar una reflexión en el visitante» que trascienda del mero informe arqueológico pasando a formar parte del colectivo social que es, al final, el que debe conocerlo para valorarlo y, así, conservarlo.
Es lógica y sentido común. Ingredientes olvidados por los responsables públicos competentes en la materia patrimonial que, en Guarrazar, se están cocinando en torno a un aumento del conocimiento y a una mejora de la economía social y comarcal traducida en el incremento de los ingresos derivados del turismo cultural. Porque a nadie se le escapa que «la arqueología puede servir para generar puestos de trabajo» y para fomentar el desarrollo sostenible de las zonas dotadas de este privilegio.
En este punto, es justo señalar que Juan Manuel Rojas se ha implicado en este proyecto no sólo profesional e intelectualmente sino también aportando un importante capital económico. Una participación que hace real y eficaz el modelo público-privado conformado, en este caso, por el Ayuntamiento de Guadamur y por la inversión de un arqueólogo que se ha empeñado en demostrar que la sensatez siempre otorga resultados encadenados. Tal vez su iniciativa pueda ser un ejemplo constatable para los yacimientos y parques arqueológicos que, en esta región, están muriéndose de aburrimiento.